Era inevitable que reseñara esta película, o mejor dicho, el último episodio de una serie de películas ambientadas en el universo de los cómics Marvel, la culminación (hasta la fecha) de un trabajo que puede que no te convenza por el tono, pero es alucinante lo coherente y bien conseguido que han sabido construirlo. Muy a despecho de la competencia, DC Cómics, cuya versión cinematográfica avanza a trompicones (podemos pasar de un Batman vs. Superman de vergüenza ajena a una Wonder Woman extraordinaria, de un año a otro y con los mismos actores), sin saber encontrar su estética y su tono.
Si al ver el cartel os sentís un poco abrumados por la cantidad de personajes, es normal, es que la película ya es así, vais a pasar dos horas y media (que se pasan como si fuera un suspiro... en el que no podréis casi ni respirar) viendo una sucesión de escenas de acción a cuál más bestia, casi sin descanso, en las que los héroes se dejan la piel intentando pararle los pies a Thanos y su legión negra, una especie de siniestro culto de adoración al Titán Loco, con el objetivo de que pueda concluir la obra a la que ha dedicado su vida: el equilibrio en el universo. Leeréis por estas webs de Dios a mucho filósofo de taza de retrete reflexionando acerca de si Thanos puede tener un razón o no, lo que me preocupa bastante... Aniquilar a la mitad de la población del universo para evitar la sobreexplotación de recursos y las consiguientes crisis humanitarias es una aberración y que alguien quiera encontrarle su lógica (aunque sea de forma hipotética) es preocupante.
La película se basa en una de las primeras (y más gordas) sagas galácticas de la Marvel, creada por Jim Starlin, en la época en la que los guionistas y escritores de historietas no sólo trataban de exprimir al máximo su cerebro, también eran famosas las reuniones de trabajo en los parques donde se compartían cosas de fumar (no siempre tabaco, dicen...) y pastillas (no siempre aspirinas, dicen...). Starlin, por aquél entonces escribía una serie del Capitán Marvel, un antiguo soldado Kree que acabó en la tierra. En una serie tan cósmica cristalizó todo su talento, sus neuras (Watergate, Vietnam) y sus ensoñaciones de LSD para crear una versión alternativa, puede que más retorcida, a ratos más oscura, de el Cuerto Mundo de DC, una de las creaciones estrella (aunque infravalorada por el lector medio) de Jack Kirby, uno de los creadores junto a Stan Lee de una gran parte del universo Marvel. De la que mola, básicamente.
Allí conocemos a Thanos, miembro de una raza de "dioses" cósmicos, que desde su más tierna infancia se obsesiona con la muerte. Y no solo con el hecho de perder la vida, no. Se enamora de la mismísima Muerte, la personificación de... bueno, de la falta de vida.
La dama en cuestión, poderosísima pero fría como el hielo, no está por la labor. Por lo que Thanos pretende impresionarla... aniquilando a la mitad de la población del universo. De aquí nace la extraña fijación de Thanos en la película. A partir de aquí, veremos como la película versiona el argumento del cómic de forma sutil, utilizando las 18 (si no recuerdo mal) películas del Universo Marvel, cada una a su estilo, que se han encargado de ir presentando las Gemas del Infinito, joyas de inmenso poder que permiten al portador dominar completamente aspectos fundamentales del universo, como el tiempo, el espacio, la mente, etc.
Mientras que en los cómics cada una de estas joyas estaba en poder de seres divinos a los que Thanos tuvo que engañar mediante la astucia o doblegar mediante la fuerza (y las gemas que encontró antes, aquí la logística del orden en que conseguirlas era crucial), en la versión cinematográfica, más simple, estas gemas han ido saliendo como objetos de gran poder en sucesivas películas de la saga, así que era cuestión de que el Titán Loco llegase tarde o temprano. Diez años después de que se confirmara que el bastón de Loki en Avengers era la gema de la mente, la guerra por las joyas llega a su máximo esplendor.
Argumento aparte, la película básicamente es (el inicio, continua de aquí a un año en la parte 2) de la conclusión de la fase 3 de películas del universo Marvel. Y esa es su mayor virtud y su (casi) único defecto. Como no hace falta presentar a los personajes, porque en sus respectivas películas y apariciones de estrella invitada ya los tenemos más que conocidos, podemos permitirnos el lujo de ir de cara a barraca casi desde el minuto 1. Y una vez arranca, la película ya no para, no hay tiempo de casi ni de estructurar las escenas, no es necesario, las batallas son constantes y larguísimas.
Además, aunque el ritmo no decrezca en ningún momento, no puedes dejar de admirar el detalle y el cariño que le han puesto a cada personaje, cada escena y cada plano. El bando del Capitán América, a pasar de ser humanos mejorados, sin grandes poderes, es formidable porque saben funcionar como un equipo, mientras que otros grupos, a priori más poderosos, caen fácilmente. Es maravilloso ver el encaje de bolillos que han creado, Spiderman sigue siendo un friki del cine, a Mapace Cohete sigue fascinándole la tecnología y la ortopedia (...), Loki sigue en su maravillosa ambigüedad y hasta se permite utilizar famosas frases de otras películas que le dijeron a él, esta vez a su beneficio. Gamora, el Dr. Extraño, Pantera Negra, todos, sin dejar casi a ninguno, por poco tiempo que tengan en pantalla, todos ellos enlazan perfectamente con lo que hemos visto de ellos antes. El conjunto encaja con un guante en cada una de las sagas del universo y eso es una obra de ingeniería audiovisual simplemente perfecta, no rechina ni por un instante, a pesar de la velocidad endiablada que se gasta. Evidentemente, le sacaras el máximo de jugo si has visto todas las películas anteriores. Y si esta es la primera que vas a ver... te gustará supongo, pero te perderás la mitad por el camino.
¿Los pocos defectos? Algunos de los chascarrillos humorísticos podrían ser un poco menos simplones (esa coña de los nombres de los personajes y los helados, por ejemplo, o el ataque de tontería infantil de StarLord y sus compañeros frente a Thor), pero como ya he dicho varias veces, al ritmo de la película pasan volando y casi ni te acuerdas después. Otro, que algunos personajes que funcionan bien en sus respectivas sagas, me da la impresión al verlos juntos, que se parecen demasiado. Por ejemplo, el Dr. Extraño y Iron Man. Uno con magia y el otro con tecnología, pero ambos son yuppies arrepentidos, con medios casi extraños para el resto y que parecen saber utilizarlos de maneras casi ilimitadas. Muchas películas de superhéroes ya, por muchas variaciones que tengan los personajes, a veces te das cuenta de que no son tan diferentes.
A destacar: la historia entre la Visión y la Bruja Escarlata, aquí desarrollando lo que se iniciaba en... Civil War (si no recuerdo mal). La escena de la aparición de el grupo del Capitán América. Wakanda, ese maravilloso país que parece que aun no habíamos dejado desde la exitosa Black Panther. Peter Dingklage, sin esperarle y por sorpresa, pero en un buen personaje.
Lo peor para mí, que siguiendo con lo establecido en su saga particular, Thor sigue siendo un héroe de comedia de TV (concretamente, de las de el fin de semana al mediodía) en vez del épico héroe de la mitología escandinava que era en el cómic y siempre debió ser... Ay, amigo, quien te ha visto y quien te ve...
Resumiendo, a pasar de sus pocos defectos, un peliculón de acción superheróica que tardaremos tiempo en ver igualado, probablemente nunca superado. Y no hablo solo de la recaudación de vértigo que ha conseguido (rozando los 1.500 millones de dólares, a estas alturas) en un tiempo récord, ni de la cantidad de superhéroes en pantalla por segundo, sino por la sensación de que un trabajo planificado, estudiado, desarrollado con tiempo y método pueda explotar en pantalla en dos horas y media de adrenalina concentrada. Nuff said!