sábado, 15 de julio de 2017

Frena, frena... ¡acelera, acelera!

Venga, ahí va uno de esos posts raros que hago yo a veces. Bueno, más raro de lo normal, de acuerdo.

Si seguís este blog es posible que os hayáis fijado en que últimamente escribo algo más. Tampoco es que sea una locura de actividad, pero en comparación con lo que había de otros años, me refiero. Y es que el caso es que me he tenido que dar cuenta por las malas que no estaba gestionando bien mi vida y he tenido que frenar. 




Hace un par de años que volví a estudiar. Esta vez a distancia y cambiando las ciencias por las letras. Una intriga que me había quedado desde que acabé el instituto. Me matriculé a un grado de Estudios Ingleses y de momento no puedo quejarme de como me ha ido a nivel de resultados, pero no me había dado cuenta del desgaste que me estaba causando. Con tres niños pequeños me sobraba muy poco tiempo, y aprovechaba para estudiar por las noches después de tener a la tropa durmiendo y la casa mínimamente recogida, por lo que la mitad de los días me despertaba dormido sobre los libros a horas intempestivas. Siempre he intentado que la vida familiar se resintiese lo menos posible, lo que costaba más en periodos de exámenes cuando aprovechaba todo rato que me dejaban para estudiar e incluso pedía días de vacaciones para el último acelerón. Aquí el apoyo de la Sra. Lantern ha sido impagable.

Amigos y conocidos suelen comentarme que no saben cómo me las arreglo para estudiar una carrera con una familia numerosa, trabajando a jornada completa e incluso haciendo algo de horas extra cuando se puede. Tampoco yo lo tengo muy claro, pero cuando hasta tu tutor de la carrera (de tu edad y sin hijos) llega a decirte que eres su héroe, la moral se te pone por las nubes y te sientes capaz de todo. Y no es así, ni mucho menos.

Este año, al acabar el primer cuatrimestre y volver de los exámenes al trabajo, mi compañera de la mesa de al lado, me soltó que parecía que me habían pegado una paliza por cómo había vuelto. Y la verdad es que si que me sentía de esa forma. Había hecho un intensivo brutal para ponerme al día, porque este año con la tercera calabacilla el tema del tiempo libre se ha vuelto crítico y cada vez era más difícil ponerse al tema en condiciones, con el añadido de sentirse culpable porque a pocos días de los exámenes no estás con los niños como te apetecería. Para colmo, me acaban de diagnosticar una cosa muy divertida que se llama "Codo de borracho" (entiendo que por lo de caer grogui encima de la mesa) que me ha dejado dos dedos de una mano dormidos, por un pinzamiento del nervio cubital a la altura del codo. Que si, que vale, no es nada grave y (se supone) que con el tiempo todo volverá a su sitio, pero el caso es que es otra señal más. Si ya me voy a lesionar sólo por la frecuencia con la que me voy cayendo dormido sobre los apuntes, algo no va bien.

Servidor, estudiando
Así que a pocas semanas de los exámenes del segundo cuatrimestre clavé los frenos. Suspendí una asignatura y otra la dejé para septiembre (eh, la tercera fue un excelente), pero me quedé tan ancho. He decidido poner orden y lógica a mi vida. No dejo la carrera, más que nada porque ya que la he comenzado ahora no voy a dar por perdido todo el esfuerzo hecho, pero reduciré mucho el tiempo que le dedico. Si después la acabo en doce años en vez de en ocho, pues sea. No voy a dejar de jugar con mis hijos en febrero o junio porque tenga exámenes ni voy a abandonar ese poco tiempo que me queda de ocio, que me regenera la mente y los malos humores por hacer un par de asignaturas más. Nada, nada. No lo necesito para comer (por suerte), por lo que bajo el ritmo y continuo con mi vida. Así que me veréis algo más por aquí y se supone que de mejor humor. Más ludus y menos fugit. Ya era hora, coño...

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