Este ha sido un verano muy largo, incluido un breve paso por el desempleo, pero ya he vuelto a la normalidad, lo que en mi caso significa no poder escribir en el blog tanto como me gustaría. Pero hay que hacerlo y por varios motivos importantes, entre ellos que tengo aun mucho que explicar de los objetivos estivales que fui capaz de completar.
Uno de ellos fue ver mucho cine. Concretamente cintas que quería ver de hace tiempo y que por un motivo u otro se habían quedado arrinconadas. En especial, cine fantástico y de terror clásico. Y que gozada, había olvidado cómo me gusta.
Hoy había que comentarla, ya que cumple la friolera de 60 años. Se estrenó un 25 de septiembre de 1959. Y le da sopas con onda a muchas películas de terror actuales... Señores, en pie.
El cartel no puede ser más de la época, incluyendo la dama en apuros gritando. Y si puede ser en camisón, pero que vamos a decir ahora ya de eso. A la Hammer el combo terror + erotismo no-tal-ligero-pero-sin-pasarse siempre le funcionó muy bien...
Si os habéis fijado bien, ahí aparecen nombres que deberían saltaros a la vista: el tandem Peter Cushing y Christopher Lee, imprescindible. Y dirigida nada menos que por Terence Fischer. De aquí sólo puede salir oficio, el de verdad, el de la época que (como decía Lee) puede que las películas donde les tocaba trabajar fuesen malas, pero ellos tenían que conseguir que no se dijese lo mismo de su actuación. Calidad.
Y el caso es que no, no es nada mala. De hecho, la historia consigue atraparte enseguida, pese a lo que (en un inicio parece) un guión simple: arqueólogos británicos profanando una tumba egipcia, deben enfrentarse a la terrible maldición que les acecha.
En realidad, el mismo erudito egipcio (George Pastell, chipriota, en realidad) que les advierte contra la profanación es el mismo que les señala ante su horrendo servidor. Pronto, conforme los arqueólogos van muriendo asesinados en extrañas circunstancias, empiezan a aparecer las primeras sospechas. La escena de la conversación entre Pastell y Cushing es toda una delicia, ya que ambos saben quién es el otro, pero los dos mantienen su fachada, a su manera.
Otro gran momento de la película es el flashback al antiguo Egipto, en el que descubrimos el trágico origen del monstruo. Un actorazo como Christopher Lee conseguia darle realismo a su personaje hasta metido en un traje de vendas podridas, pero cuando se le da una oportunidad de actuar a cara descubierta, demuestra su saber hacer ante las cámaras. Incluso, como en este caso, cuando el presupuesto no permite rodar escenas en escenarios naturales o edificios realistas.
Qué más puedo decir, imprescindible. De cabeza a la lista de clásicos que hay que ver y volver a ver. Esta pienso verla con la calabacilla nº2 tan pronto como sea capaz de ver cine de terror, ya que al chico lo tengo obsesionado con las momias, desde su primera partida al HeroQuest.
Por cierto, sólo un último apunte final. ¿Recordáis la película de La Momia, de 2017? ¿La de Tom Cruise? ¿No? Normal. La critica la vilipendió de tal forma que todos los planes sobre un nuevo Dark Universe de monstruos clásicos rediseñados quedaron en nada al instante. A pesar de que Tom Cruise no sea mal actor, el hecho de que se crea posible ignorar el guión a cambio de una sobre-exposición de efectos especiales es tan frecuente que al final ya hasta los más bobos se dan cuenta que ahí no hay historia. De nuevo, la misma historia. Un presupuesto de locura, tirado a la basura por lo mismo de siempre. En cambio en 1959, con cuatro duros, conseguían emocionarte. Es lo que tiene las ganas y el oficio, y no solo el negocio.
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Una pena, ahí hay talento. Pero si no hay guión... |