sábado, 15 de diciembre de 2018

Partida: Saint Petersburg

Si, ya, ya, hacía mucho que no colgaba un post sobre una partida a algún juego de mesa, soy consciente. La vida y sus cosas. Por suerte, habiendo "desfacido" ya el "entuerto" que me hice yo solito con mi cambio de trabajo, parece que voy a tener un poco más de tiempo libre. O no, pero por lo menos estaré más tranquilo para utilizarlo, que no es que sea poca cosa, precisamente.

Ayer hicimos la titánica prueba de intentar quedar después de años de no conseguir sentarnos a jugar a una mesa en parejas. Sí que había jugado con J. y M. al Terraforming Mars, pero hacer una partida a cuatro, ya ni me acuerdo. Para cuando pude llegar a casa ya eran las 22:00 y M. ya había claudicado presa del cansancio. Convenció a la Sra. Lantern a que no hiciera lo mismo y al cabo de poco estábamos ya en casa de J, dispuestos a jugar a algo.

Como siempre, la típica pregunta cuando se llega a ese momento ¿a qué jugamos? Miramos unos minutos la colección de J. y después de descartar los que no eran para 3 y los que nadie tenia ni idea de las reglas, acabamos escogiendo a un viejo buen juego...


Ay, el San Petersburgo. La última vez que lo jugué no teníamos hijos y quedábamos de forma no regular, sino casi religiosa, en casa de la (entonces no aún) ex-pareja de un amigo. La vida era más fácil entonces...

Lo recordaba como un eurogame (simbólico, de mecánicas simples pero bien definidas) sencillote aunque muy entretenido. Y en la partida de ayer me quedó claro que lo era, pero que es fácil perder de vista que por simples que sean las reglas eso no quita que pueda ser complejo de jugarlo bien. O sea, no quitar ojo a lo que hacen tus adversarios y saber jugar en consecuencia.


Las reglas pueden simplificarse en: cuatro colores de cartas, cada turno un color. Se bajaran los mazos y cada turno se completa la fila superior. Compras cada carta (si quieres) por su valor y puede darte dinero (a cobrar en el turno de ese color), puntos de victoria (ídem) o una condición especial. Cada carta cuesta una moneda menos por cada otra igual que tengas ya en juego. Las que no se compren al final de los cuatro turnos bajan a la segunda fila, donde cuestan una moneda menos. Si el coste está encuadrado, puede pagarse con una carta previa que tengas de coste inferior, complementándolo con dinero y descartando esa carta. Y además puedes coger una carta para pagarla después, pero no puedes ponerla en uso hasta que lo hagas y si no lo consigues te penalizará en puntos de victoria al final de la partida. Y creo que eso es todo. Nada complicado, pero da mucho juego.

Mi primera mano...

Y la última, con todo bien encarado para el final de la partida

Si, bueno, o eso pensábamos nosotros, que podríamos acabarla. Un mensaje de la canguro nos devolvió a la realidad, el pequeño se había despertado y no conseguía volverlo a poner a dormir, así que sintiéndolo mucho tuvimos que abandonar la partida y a J. para salir pitando a casa.

Lo dicho, antes la vida era más fácil. Y las partidas las acabábamos, casi siempre. Me recuerdan, que a veces incluso se llegaban a hacer ¡dos! ¡seguidas!

No se si creérmelo...



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