domingo, 12 de noviembre de 2017

Jugando en familia

Aquí estamos otra vez. Otra vez liado, pero rascando ratillos de aquí y de allá para intentar ver algún episodio de algo o, con suerte, jugar una partidilla a algún juego de mesa. Y mira, esta vez se consiguió. Precisamente al juego al que más partidas llevo echadas este año, Pandemic. Si no recuerdo mal, esta debía ser como la quinta o sexta partida. Y sólo habíamos podido ganar una antes.

Un juegazo como la copa de un pino, pero de los pinos esos grandes del pirineo, nada de un pinillo enano, no. De los gordos.

Básicamente es un colaborativo en el que cada jugador lleva un personaje que forma parte del dispositivo de emergencia desplegado ante un (o varios) brote(s) de una (o varias) enfermedades especialmente virulentas que asolan el planeta. Si en la frase anterior te ha parecido ver demasiados paréntesis, pues tienes razón. Más te vale ir ligero y atacar en el punto concreto, o vas a pillar pero fijo. Como puede verse en el desarrollo de nuestra última partida. 

¿Habéis visto alguna de esas películas del género de las catástrofes, acerca de enfermedades incontrolables? Estallido, Contagio, ese estilo. Pues aquí funciona igual, solo que vas viendo el desarrollo en un mapamundi. Y vaya si se desarrolla el tema...

Nos pilló un domingo por la noche, en los que los enanos estaban tan hechos polvo de todo el día que cayeron como moscas a la hora de irse a dormir. Y como hacía mucho tiempo que no jugábamos a nada, probamos a sacar éste. Pero el destino no nos lo iba a poner fácil. Nada más barajar los personajes nos salen dos de los que no queríamos, el experto en operaciones y el planificador de contingencias. Mal empezábamos.


Y para colmo, después de barajar las cartas (y juro que las barajé concienzudamente) el estado del globo con los brotes iniciales era desolador, la enfermedad azul se había concentrado en Europa y la cosa ya era preocupante desde un buen inicio.

Madrid, París, Londres y Essen con el máximo de cubos. Una carta más de
estas ciudades y la cadena de estallidos sería imparable. Y lo fue.

Me quedará la duda para futuras ocasiones si el haber aprovechado que me salieron cuatro cartas del mismo color (negro) en la mano inicial era algo que debía aprovechar para quitarnos ya de encima una de las cuatro enfermedades (con 5 se puede encontrar una cura a la enfermedad de ese color, si tu personaje está en un centro de investigación) como hicimos, o si tendría que haber ido cagando leches hacia Europa, visto el percal. Lo más lógico me pareció aprovecharlas, ya que estaba precisamente en la zona negra.

Y por lo visto, me equivoqué. Ese turno que perdí fue crítico y cuando en París salió otro caso de la enfermedad azul, la cadena de estallidos que se montó hacia todas las ciudades hacia las que había ruta hizo buen uso del nombre del juego. 

Para cuando se despertó el calabacillo pequeño la partida ya estaba acabada sin salvación posible. Media hora había bastado para acabar miserablemente con nosotros. Y ya era tarde, así que renunciamos a jugar otra partida. Otra nueva derrota. Lo dicho, juegazo.

Y ya que nos ponemos, pues esta mañana jugamos unas partidillas con los peques (con los dos mayores, el pequeño se hubiere comido los juegos). Tres partidas: Dobble Kids, Tres en Raya y Scrabble.

Juegosdelamesaredonda.com

El doble Kids es un juego de apreciación visual y memoria sencillete pero entretenido y a los chicos les encanta. Me lo piden siempre que pueden. Y yo lo saco cada vez, porque me ayuda a entrenarlos en la compleja disciplina de saber perder y también en la de saber ganar, que con 5 y 3 años tiene motivo.

El Tres en Raya lo jugamos mientras les explico las reglas, porque aun no acaban de entender muy bien que hay que jugar con una idea en mente y no simplemente poner la pieza donde nos apetece en ese momento, a ver si al final las piezas acaban en línea. Este juego me lo regalo mi hermana hace mogollón de años y me encanta. Es una mini cajita metálica con piezas a juego. Sencillo pero muy resultón.


Por último el Scrabble. Los chicos aun son pequeños para jugar este juego, pero lo usamos para que empiecen a practicar el leer y formar alguna palabra sencilla. Lo mismo que la pasta de sopa con letras, vamos.

En este caso la versión en catalán que me regaló una ex-novia (cuando éramos pareja, claro... aunque, ¿igual lo hizo por despecho?). La idea es conseguir una copia en cada idioma que se habla o se estudia en casa, pero... hay tantos juegos chulos y el presupuesto es limitado, así que de momento sólo tenemos este. Y que conste que es una putada mayúscula, porque en un idioma con ny (el equivalente a la ñ castellana), ç (cedilla, como en francés) y l·l (l genimada, como en el Xarel 10 que decía la Maria Teresa Campos, buscadlo por youtube), que te salgan estas letras según en que momento puede significar que las estés aguantando intentando jugarlas sin éxito un buen rato o, si los astros se alinean, que en un solo turno despedaces al resto de jugadores. Este segundo caso nunca suele ser el mio.

Lo dicho 
¿Os he explicado alguna vez que este juego no se me da bien? Pues no, nada bien. Hay cosas que a la gente le encajan y otras que no, y este juego a mi me chirría, precisamente cuando yo juego rodeado de gente que lo domina al dedillo. 

Me compraré el alemán y "sus" vais a cagar todos... O no, o igual no hay quien saque una palabra a la mesa. Wer weiß...

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