sábado, 23 de septiembre de 2017

Jugando con los peques: HeroQuest

Si, amigos... HeroQuest... el mito, ese gran juego. Ese fue el que saqué el otro día para jugar con los peques. Recién salidos del cole, el día no acompañaba mucho para ir a jugar y menos con los dos mayores algo tocados por los primeros virus del curso. 

Durante el curso tienen muy limitada la tele, así que tocó día de juego de mesa. Y me pareció que ya serían suficientemente mayores como para comenzar a jugar a un juego de miniaturas. Y este es perfecto para comenzar, así que pillé la caja mientras iba pensando en una mini-aventura que pudieran disfrutar. Y vaya si lo hicieron.

Si este es el mio, ya un poco ajado, pero es que 27 años no pasan en balde
Así que comenzamos la partida... ya con un incidente. Resulta que no estaban todas las miniaturas. Faltaban nada menos que los héroes, que los tengo en un baño de líquido de frenos (sí, no me he vuelto loco, va muy bien) para despintar el desastre que les hice cuando intentaba aprender a pintar miniaturas. Las fotos que veréis más abajo son una muestra de lo que un adolescente chapucero puede hacer con pintura Tamiya espesa como un puré. Avisados quedáis.

¿Sin héroes puede jugarse? (tiene coña que me pusiera a buscar héroes, llamandose el juego como se llama...) Pues sí, mi hijo mediano decidió escogerse un guerrero del caos como personaje (armadura tocha, hacha descomunal, pose chulesca, ¿quién no se lo escogería?) y para mi hija fui a buscar una miniatura que tenía de una bárbara con espada y escudo. Desplegué el tablero, les expliqué que las lineas blancas eran muros, puse las escaleras de entrada y ¡ala! a recuperar el cofre de oro que le han robado al rey.

La primera sala, solo un armario con rata y cráneo. Lo de siempre vamos.
Les hice pasar por varias habitaciones, dándole suspense al hecho de abrir una puerta... quién sabe que puede haber al otro lado...

Primer enemigo, un sucio esqueleto. Que pasa, porqué tienen que estar siempre como salidos del museo, ¿eh?
En la segunda habitación ya apareció el primer enemigo, un esqueleto. Mi hijo, emocionado por la posibilidad de estrenas su nueva hacha se lanza hacia el y lo destroza. Debo decir que hizo unas tiradas para alucinar, a diferencia de mi hija, que pobre, a duras penas consiguió sacar en los dados algo que no fuesen escudos para los ataques, y algo que no fueran cráneos para las defensas. No dio pié con bola...

La cosa se anima. Un par de goblins con malas pulgas porque les han interrumpido a media merienda.
A continuación comenzaron a encontrarse con goblins. Lo que más les gustó fue el gritito que hacía cuando morían, muy al estilo del Diablo I, que les hacía partirse de risa. El señor del hacha, hacheando sin problemas. Todo un crack. Después de recuperar fuerzas comiéndose lo que quedaba de la merienda de los goblins, decidieron seguir explorando, a ver que encontraban.

La sala central en este juego siempre guarda algo importante. Llegarás o no, pero siempre hay algo.
Después del pasillo con la trampa de foso de rigor, que para variar, el de la armadura pesada saltó como una ágil gacela y la muchacha sin armadura y fibrada de correr por la estepa helada... cayó de morros. Para hacerlo más realista, me había inventado una dificultad, al estilo de los juegos de rol. Con dos dados de 6 tenía que sacar un 8 para saltar el foso. Debo decir que me quedé alucinado cuando mi hija tiró los dados y cuando al momento yo fui a contarle los puntitos, ella sola ya dijera al instante "Nooo, un siete...". Vaya sorpresa, o en el cole tiran muchos dados o esta chica tiene muy buen ojo. Esto me lo apunto.

Llegaron a la sala principal, donde encontraron no solo el cofre del oro robado, sino al jefe de los malos, un orco (mi hijo: "Ala, que nombre más guay...") con tres de sus secuaces. Y a partir de aquí, al combate...

El guerrero del caos en su salsa. La Bárbará huyendo con un solo punto de vida... A ver aquella habitación...
El guerrero del caos (que ya se lanzaba al medio del meollo) decidió hacer caso de la "inspiración divina" y ir primero a por un goblin, que cayó con un indigno gritito para ir, ahora sí, a por el jefazo. Mientras, la brava bárbara había intentado ir a por los goblins restantes y recibió tal somanta de palos que también hizo caso de la inspiración que le llegó para retirarse del combate antes de que fuese demasiado tarde.

Aquí es donde podría haber puesto otra habitación con enemigos... pero pobrecita ya lo había pasado bastante mal, así que, mira tu por donde encontró una sala con un banco de alquimista, que se había dedicado a hacer una poción de vida. Qué casualidad más casual...

Y justo a tiempo, porque en el pasillo había otro goblin, que estaba de guardia.
El guerrero del caos se regodeó lo justo del jefazo, que había muerto al primer hachazo, para ir a continuación a por los goblins que perseguían a su hermana. Evidentemente cayeron como moscas, menuda fiera estuvo hecho con los dados.

Regresando a por el oro, un pequeño click suena al mover el cofre. Eso ha sonado como una... ¿trampa?
Cuando regresaron a la sala central, mis hijos tenían cara de pena. Se lo habían pasado en grande, metidos en la historia completamente. De hecho, mi hijo mediano, que decir que es inquieto seria decir poco, estuvo sin moverse de la silla toda la duración de la partida. Así que cuando vi que se les había hecho corto, decidí añadir una última sorpresa, al intentar mover el cofre, se activo un mecanismo que movió el trono, revelando al último monstruo de la tarde, la momia.

Que la carne momificada es azul es algo que sabe todo el mundo. Igual que las vendas impecables.
Esta vez me las organicé para que la momia aguantase todos los hachazos del guerrero (y eso que el tío seguía sacando cráneos a mansalva) para caer dramáticamente al primer éxito de la bárbara, consiguiendo ésta haber acabado con el peor monstruo de la partida y compensando en su orgullo una tarde de tiradas de dados malísimas.

Después de esto, llevar el cofre a la salida y llevarlo al rey, que les recompensó con 10 monedas de oro, que no tardaron en reclamar.

Quedamos en volver a jugar pronto, esta vez con el guerrero de la espada, dijo mi hijo, después de una sesión de 10 minutos sin despegar los ojos de la (magnífica) ilustración de la portada. Y con la bárbara pintada, a ver si así eliminamos el yúyu que tuvo con los dados.

Comentarios a la partida:
- La verdad, recordaba que con 13 años pintaba mejor...
- Los críos se lo pasaron en grande, pero mucho mejor de lo que me imaginaba. Este recurso habrá que usarlo más a menudo.
- Voy a tener que buscar más miniaturas femeninas. Mi hija pasó de no querer jugar a pasarlo en grande llevando a una fémina.
- He descrito una partida a un juego, a uno de mis imprescindibles, sin haber hablado de él antes. Queda pendiente el post para hablar de este juegazo, de donde vino y como caló tan fuerte en mi juegoteca. A ver si acabo de una vez con el de Mordheim y me pongo con este. Esta visto que no puedo emocionarme tanto con los post, porque se me alargan demasiado...



2 comentarios:

  1. Anónimo Yacon cree que:

    Pues no es tan largo el post. Lo que pasa que abulta por las fotos, pero eso le da más gracia. Pintado así hasta a mí me dan ganas de jugar lon los calabacinos siniestros tuyos, que parece que añaden un componente de diversiín no previsto en las reglas del juego.
    Aunque creo que antes hay que jugar a otra cosa. Bueno, ya son varias cosas, que se acumula el trabajo.

    ResponderEliminar
  2. Varias, varias. De momento encabezan la lista StarCraft (el juego de tablero, claro) y la flamante nueva adquisición... de la que hablaré muy pronto... XD

    ResponderEliminar