Este año ha comenzado de manera poco habitual, por lo menos en cuanto a lo que se trata de partidas a juegos de mesa. El año 2016 fue poco dado a traer oportunidades para jugar. Por un motivo u otro ni en casa encontrábamos el momento o el estado de ánimo para sacar alguno. Y mi grupo de juego estaba... disperso, como "mantequilla untada en demasiado pan". Hoy tengo el día Hobbit...
Por eso ha sido sorprendente ver como este nuevo año ha comenzado radicalmente opuesto en el anterior en este tema. No solo puede ver no una, sino dos partidas seguidas, a un juego sobre el que puse las zarpas ese mismo día (¡!), sino que llevo dos fines de semana jugando a juegos de mesa con ese grupo al que me refería antes. Si, es posible, no lo estoy soñando.
Por partes: (integral de U por dV, es igual a U por V menos la integral de V por dU... o lo que es lo mismo, la famosa vaca de uniforme... lo siento, el chiste de Jack el destripador ya está muy gastado y este me ha venido así, de improviso...)
1) El día de reyes, cayó un juego muy majo, el Pandemic (aparte de un Blood Bowl, 3ª Ed, del que hablaré otro día). Hacia tiempo que le tenia echado el ojo, y por lo visto en el 2016 jugar no jugaría mucho pero me porté bien y sus majestades (tan campechanos ellos) tuvieron a bien dejármelo. Pues nada menos que el mismo día, y gracias a que el ajetreo de la jornada por la noche los chavales cayeron como rocas, pudimos estrenar el juego. Y la mar de majo.
Lo que mas me gustó nada más abrirlo es la simplicidad de componentes. Nada de cajas de cinco kilos de miniaturas y montones de mazos de cartas, abrir la caja era como abrir las antiguos juegos de Cefa. Dentro, lo mínimo. Seguro que los peones de juego también ayudaron a esta sensación. A partir de aquí, un juego muy bien diseñado, muy inmersivo en su temática: luchar contra una pandemia global, que puede crecer exponencialmente si no aplicas tus esfuerzos en el lugar y el momento adecuado. Y a veces, incluso así. Jugamos dos partidas aquella noche, ganando cómodamente la primera (igual el ir aprendiendo y cometiendo algún error ayudó) y perdiendo de forma humillante la segunda. Lo dicho, juegazo.
2) Hemos ido introduciendo los juegos de mesa a los peques de la casa. Pero para esto ya haré otro post, o este se extenderá demasiado.
El juego es opuesto a lo que había dicho antes de Pandemic, un cajón inmenso, lleno de miniaturas de plástico con unidades de infanteria, vehículos terrestres y naves espaciales de las peliculas de la saga. A una escala pequeña (si no, a ver quien mete unos cuantos superdestructores estelares o la Estrella de la Muerte en la mesa de juego) pero bien detallados. Los héroes, en cartón troquelado con una base de plástico con pinza. Si no fuera por el grosor del cartón, otro déjà vu de la época Cefa.
El motivo del juego es la localización (y destrucción) por parte del Imperio de la base Rebelde, como se ve en el episodio IV. Por otro lado, los rebeldes tienen sus propias condiciones de victoria, uniendo planetas a la causa Rebelde. Los personajes tienen habilidades que les permiten utilizar con mayor o menor éxito una serie de cartas de planes. Y a partir de ahí, a ver quien se sale con la suya antes.
¿Opinión personal? Que como dejamos la partida a medias, en la que yo estaba tratando de aprender y J. tratando de recordar como se jugaba, pues es dificil valorarlo como toca (además, que retomaramos la partida pasadas las 12 de la noche, después del atracón de pizza, pues no ayudó). Me pareció una mezcla curiosa entre un Twilight Strugle y un Risk, si es que algo así es posible. A mi no me gustan demasiado los juegos estilo Guerra del Anillo donde tienes que recrear un pasaje mítico de una película o libro y que te ves "sutilmente empujado" a hacer lo mismo que en la secuencia en cuestión. Pero como ni estábamos al 100% en ningún sentido ni pudimos acabar la partida, supongo que habrá que volver a probarlo para valorarlo como es debido. Por cierto, sigue montado en la mesa de juegos de J. Espero que los gatos from-hell no se ceben con las miniaturas...
4) El mismo fin de semana, viene a vernos el Sr. Yacon y familia (los Yaconianos, supongo ¿no?). Traen con ellos una fuente de chocolate para merendar, a la que nosotros añadimos un bizcocho clásico de los de yogur (el día siguiente del atracón de pizza, si... a punto de morir de indigestión ese fin de semana estuve) y aprovechamos para sacar un clásico, el Power Grid.
Como ni yo recordaba al detalle todas las reglas ni ellos habían jugado antes, hicimos sólo la ronda 1. Construir ciudades y abastecerlas. Como siempre en este juego, lo mejor es la subasta. A ver quien se queda con la central que da mas energía... a cambio de pocos recursos, y si puede ser, de los que nadie más usa. Pero claro, como todos piensan igual, acabas buscando la central más polivalente y que menos consuma también. Que es la que todos quieren... lo dicho. La subasta, ese momentazo.
El juego les gustó mucho (por lo que dijeron) y dejamos pendiente volver a jugar otro día (después de probar ese flamante Pathfinder), esta vez ya, con las tres rondas. Y tal vez, con alguno de los mapas extra que, acabada la partida, revisamos a ver cuál podía tener más gracia.
5) Y esta no me la esperaba, ayer mismo y por primera vez en años se volvió a reunir el grupo habitual de juego al completo. Allí estábamos todos, A., S. J. y un servidor. No recuerdo cuando fue la última vez que semejante acontecimiento sucedió. Pero el caso es que nos reunimos en casa de J. y dijimos, va, juguemos a algo. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, que de los juegos que tenía J. en casa nadie se había preparado ninguno ni recordaba cómo se jugaba. Así que en un alarde de astucia, recurrimos al clásico entre los clásicos, el Primero. El juego con el que volví a los juegos de mesa desde mi infancia. El juego que trajo el ilustre Sr. F. de Alemania, y que aquí vimos como una extravagancia germana, ¡juegos de mesa para adultos! Recuerdo haberlo jugado en alemán nada menos, la noche de San Juan, porque era como y cuando nuestro amigo y mentor lúdico lo trajo, antes de que se publicase en España. Nada menos que el Colonos de Catán.
Tantas partidas le echamos en su momento (y que las mecánicas no son muy complicadas, para que vamos a negarlo) que todos recordábamos como jugarlo. Así que abrimos la mesa del comedor de J. (la de juego sigue ocupada por el Rebellion, ¿recuerdas?) y nos pusimos a jugarlo después de... no se, por lo menos 7 o 8 años, así es nada. Sigue siendo un juegazo y sigue exasperando con los dados. Este juego tiene la particularidad de pasarse por el arco de Tito las leyes de la probabilidad. ¿Un 2 con dos dados de seis? Muchas más veces que un 8, vamos. ¿Que se ha de mover el ladrón cuando sale un 7? Pues una de cada dos tiradas, con un 7. Ahí, como si los dados trucados de una peli de casinos se tratase.
Aun así, conseguí ganar la partida, gracias a que los dioses de la fortuna decidieron que las maderas (bosques, con 5) salieran solo cuando había conseguido llegar al 2:1, y cómo no, al comprar cartas de investigación como un poseso.
Nada, pues lo dicho, llevamos casi tres meses de 2017 y ya hemos estrenado juegos, recuperado clásicos y disfrutado de una afición que se nos estaba quedando demasiado aparcada. A ver si la tendencia continua. De momento, hemos planteado la posibilidad de hacer un X-Wing de demostración para el grupo el próximo fin de semana. ¿Encadenaremos tres en línea? Veremos.
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