Recuerdo de mi primera época universitaria que durante la época de exámenes tenía ganas de hacer cualquier cosa menos estudiar. Como todos, vamos. Mi principal adversario era mi propio cerebro que se esforzaba en centrarse en todo lo que podía menos en los libros. Era un hervidero de ideas, planes, películas, cómics, fragmentos de libros... Como diría el maestro Yoda, "sus pensamientos nunca estaban donde estaba él". Valiente Jedi hubiese sido yo. Es divertido ver como a pesar de lo mucho que cambia nuestra vida, en el fondo, nosotros no cambiamos casi nada. Yo era así ya en la EGB y así he llegado hasta hoy. No puedo quejarme, me pude titular con esfuerzo y paciencia, pero sigo siendo de "cabeza huidiza".
Esto viene a que hace pocos días acabé mi primer año (que no curso, muy diferente) de mi regreso a la universidad. ¿Sabéis aquello de qué hubiera pasado sí... etc.? Pues a mí me dio hace cosa de un año por volver a la Uni, haciendo un cambio radical de ciencias a letras, probando si esa experiencia con el inglés que propiciaron mis padres primero y variados frikerios anglosajones después podía aprovecharla como en su momento me llegué a plantear.
De momento (a falta de las últimas notas) no puedo quejarme. Hago pocas asignaturas por año, voy relativamente tranquilo, pero me gusta, siempre he sido de leer mucho y ahora tengo la oportunidad (la obligación, más bien) de leer muchas obras clásicas que siempre quería descubrir pero nunca encontraba el momento: Beowulf, Los Cuentos de Canterbury, Shakespeare... un montón de obras interesantes, culturilla general que dirían algunos.
Una de ellas me ha llamado especialmente la atención, La Tempestad, de William Shakespeare, la última obra que escribió el dramaturgo inglés. Una obra visionaria que intuyó los conflictos entre colonizadores y colonizados de siglos posteriores, una obra muy recomendable. Una pena que resulte rapidísima, tres horas se suponen de acción real y de obra teatral, en la que muchos personajes apenas se perfilan y sin embargo lo poco que dicen les llega a categorizar de una forma que incluso hoy en día muchos críticos siguen re-interpretándolos una y otra vez. Y el caso... es que todo eso me resultaba familiar. No había leído nunca el libro, ni visto la obra de teatro, pero había algo en Próspero y sus maquinaciones. Hasta que un día estudiando, va y me encuentro una referencia a las re-interpretaciones de la obra... y ahí me doy cuenta. ¡Pues claro! Un mago y su hija, una isla desierta, un legado peligroso... ¡Es el Planeta Prohibido!
Lo que son las cosas, por una vez las distracciones de mi cabeza formaban parte del temario de la asignatura. Y nada menos que con uno de los clásicos entre los clásicos de la ciencia ficción. Esta noche toca sesión de cine, palomitas y ciencia ficción vintage. Que ganas tenía de hacer algo así.
Anónimo Yacon contesta:
ResponderEliminarJunto con Naves Misteriosas, las dos únicas películas de ciencia ficción que recuerdo de haber visto de pequeño. Lástima que en casa no cuele ver algo así, que rabia. ¿No ha entrado como tema a desarrollar en el examen?
Si. Ja no l'he llegit però n'havia llegit sobre les semblances
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