domingo, 25 de noviembre de 2018

Bright (2017)

¿Saben aquell que diu que iban un príncipe de Bel-Air y un orco de patrulla por una Los Ángeles tolkiana? ¿Sí? Porque para una parte importante de la crítica, esta película fue un chiste. Sin embargo, para una grana parte del público gustó, y bastante, a pesar de sus errores. 

¿Vamos allá?


Las cosas como sean, que la película esté dirigida por David Ayer, el director de ese bodrio inconsistente y absurdo denominado Escuadrón Suicida no ayuda para nada a vender la película. De hecho, no deja de ser curioso que la plataforma de streaming Netflix  le encargara su cinta más cara, 90 millones de euros. Y de hecho, se nota en la dirección un cierto vaivén de ritmos, una gran cantidad de temas diferentes que querer tocar y una mezcla extraña y poco homogénea de estilos. Y sin embargo, de alguna manera, se deja ver. Y hasta te deja algo parecido a un buen sabor de boca. ¿Cómo es esto posible? Como dijo Jack el destripador, vayamos por partes...

Primero, la película tira con bala a nuestra memoria cinéfila y seriófila, algo que Netflix ha sabido explotar muy bien antes con series como Stranger Things. En la película vemos la que podría ser la enésima entrega del género de patrulla de policías, como Arma Letal o Dos Policías Rebeldes, por citar algunos. Por inverosímil que sea el planteamiento, la estructura del guión la tienes clara a los cinco minutos de película. Ya la has visto antes, y si te va el cine de acción policíaco, lo has disfrutado también. Aquí, Will Smith se mueve como pez en el agua, podría ni siquiera haberse leído el guión, lo ha hecho montones de veces.


Por otro lado el tema, después del gran sabor de boca que nos dejó la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos (no, del Hobbit no, esa es olvidable...) y aun con los últimos coletazos de la exitosa serie Juego de Tronos, la fantasía vive un nuevo momento álgido. En Bright encontramos hadas, orcos, centauros, elfos, etc. Hasta puedes ver algún dragón sobrevolando los cielos, entre escena y escena. Esto, que pega tanto en el género realísta/negro/policíaco como una monja en un burdel, consigue encajar al verse como una metáfora con tintes de racismo (y clasísmo) de algunas razas con las que sentimos un cierto déjà-vu: que nos vendan a los elfos como guapos y triunfadores yupies que hasta levantan muros y ponen seguridad privada para proteger sus bonitos y pijos barrios tiene un eco de la realidad que tumba de espaldas. Por otro lado, los barrios pobres están infestados de orcos, muchos de ellos sin trabajo, que rondan por las calles ociosos y en muchos casos se intuye que más entregados a una vida de bandas y crimen callejero que recuerda, salvando las diferencias, a barrios como el del Bronx. Pintadas en las paredes recordando al señor oscuro (¿Sauron? ¿eres tú?) y las esperanzas de su regreso, son muy creíbles en su contexto.


La historia está hecha para unir todos estos conceptos, una pareja de policías peculiar, donde un policía humano (Smith) en horas bajas vuelve a trabajar junto con su compañero orco (Edgerton) después de recuperarse de un tiroteo. Su compañero no solo es el primer policía orco de la ciudad, que ha tenido que romper todos los estereotipos de bestialidad y poca fidelidad a los valores "humanos", sino que además para colmo está bajo investigación de asuntos internos, sospechoso de haber permitido que escapara el tirador que hirió a su compañero humano. Mal rollo entre compañeros, junto con todo el "racismo" inherente al orco trabajando en un departamento puramente humano. Juntos, si son capaces, tendrán que lidiar con una facción extremista de elfos, que quieren conseguir una varita mágica, con la que completar un ritual ancestral que devuelva a la vida al antiguo Señor Oscuro. Varita de gran poder y gran peligro, que encuentran los protagonistas, pero de consecuencias fatales en caso de que la empuñe alguien que no sea un "bright", alguien que es uno con la magia, un mago podríamos decir.


¿Vais viendo por donde van los tiros? Si consideráis que con esto ya sabéis como va a ir la película... pues probablemente estáis acertando. Tanto lío argumental para que, al final, sea una película con una historia que hemos visto mil veces. Incluidas las escenas que "no pueden faltar" y que ralentizan una historia que, pese a todo, consigue un ritmo interesante y una frescura sorprendente para ser el pastiche que es.

Resumiendo, ¿la recomendaría? Sí, cine sencillote, con algo de nostalgia de mucho cine ya disfrutado, digno de consumirse con palomitas y olvidarse sin remordimientos. Espectáculo cinéfilo fast food, del que ya sabéis que no reniego, siempre que sea de vez en cuando.

Podría ser peor. Podría llover...


martes, 20 de noviembre de 2018

Ha muerto Stan Lee

Salgo temporalmente de mi letargo bloguero (culpa de una de las peores épocas de mi vida en cuestión de tiempo libre, por un cambio de trabajo que, a corto plazo, ha sido como un disparo en el pie) para añadir mi pequeño homenaje a un recientemente desaparecido, Stan "The Man" Lee.


Como llego tarde, igual habréis visto ya alguno de esos artículos que aparecen para comentar las cosas negativas de alguien, típicas cosas que nunca se mencionan el día de su muerte. No voy a hacer mención a ninguna de ellas, pues no es el momento ni el lugar. Independientemente de su relación con otros autores, es indudable que aportó un gran talento a las historietas de superhéroes, dotándolas de una credibilidad que hasta la fecha no habían tenido (ni nadie había echado demasiado en falta, por lo visto). Stanley Martin Lieber entró a trabajar de ayudante (medio por enchufe) en la editorial Timely, lo que posteriormente sería la actual Marvel, justo después de finalizar el instituto y allí comenzó a escribir algunas historias con personajes clásicos de la era de oro, como Capitán América. Solo abandonó la editorial para servir en la segunda guerra mundial poco después del ataque a Pearl Harbor, donde en el ejército de los Estados Unidos pronto reconocieron su valía y le encargaron tareas de propaganda y diseño de carteles. A la vuelta a la compañía de cómics, ahora llamada Atlas, estuvo a punto de dejarla al ver que los superhéroes habían quedado abandonados tras el auge de los tebeos románticos, bélicos y del oeste.


Aquí es donde aparece la figura de su mujer, Joan Bocoock, de quien se dice que fue quien animó a Stan a hacer la historieta que a él le gustaría, ya que no tenía nada que perder. Esta fue el primer número de los Cuatro Fantásticos, un equipo formado por un científico, su novia, su cuñado y su mejor amigo, quienes atrapados en un cohete que se ve expuesto a una tormenta cósmica, desarrollan poderes extraordinarios. Hasta aquí todo muy de cómic normal y corriente. Solo que Reed Richards (Mr. Fantástico) se siente culpable del error, Ben Grimm (La Cosa) le odia por haberle causado la pérdida de su humanidad y Johnny Storm, la antorcha humana, es un peligro público con sus nuevos poderes. Son un antiequipo, pues se pelean, se gritan, tienen sus dudas respecto a los demás, se equivocan, pero siempre se reconcilian y encuentran la manera de volver a confiar en ellos mismos. Este enfoque humano, más propio de una familia que de un equipo de superhéroes fue radicalmente refrescante, en un sector acostumbrado a Superman (vengo de otro planeta y por eso soy superfuerte e invulnerable) y Batman (estoy traumatizado y por eso me hice el mejor en todo lo que hago), entre otros. El lector se podía identificar con el personaje que había más allá de sus superpoderes y sus aventuras.


Pronto llegaron muchos otros personajes, todos ellos exitosos, entre los que destacó fuertemente el amistoso vecino Spiderman. ¿Cómo no identificarse con un estudiante de instituto al que las chicas ignoran y sus compañeros de hacen bulling? Para colmo, cuando decide aprovecharse de sus nuevos poderes, en vez de triunfar accidentalmente causa la muerte de uno de sus dos únicos familiares, quien siempre le intentó enseñar lo que era la responsabilidad. La guinda en el pastel, que el chulo del instituto que le hace la vida imposible, sea precisamente el fan numero 1 de Spiderman y de los pocos que le apoyan. Una genialidad de historia. Fue un creador de mundos maravilloso, que aunque estos mundos hayan perdido en la actualidad el control, no dejaron de maravillarnos con sus historias, que podrían haber pasado en nuestro barrio. 

Hasta siempre Stan, gracias por esos momentos maravillosos.
 

jueves, 1 de noviembre de 2018

Especial Halloween (3/3) - La Guerra de los Mundos

Y acabamos la clásica trilogía halloweenera con una efeméride, anteayer se cumplieron 80 años de la celebérrima retransmisión radiofónica de La Guerra de los Mundos por parte de Orson Welles.

Wikipedia.es
Orson Welles (1915 - 1985) fue un ensayista, narrador, actor y director tanto de teatro como de cine. Hijo de un empresario e inventor amateur y de una pianista y sufragista, su ecléctica educación le llevó por muchas y variadas artes. Su amor por las obras de Shakespeare le llevaron pronto al teatro y la radio, hasta lograr en el cine algunos de sus más celebrados éxitos, como la que está considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine, Ciudadano Kane.

Como he dicho, algunos, que no todos. Uno de sus éxitos más sonados y celebrados, que catapultó su fama de manera meteórica (aunque luego le costara dar explicaciones, que no disculpas, al pueblo americano, que imagino que entonaría aguantándose la risa) fue la retransmisión por la radio CBS el 30 de octubre de 1938 de la narración de una de las más famosas obras de H.G. Wells (no, no había relación entre ellos, hay una e de diferencia entre los apellidos), La Guerra de los Mundos, publicada en 1898. Welles ya había conseguido algunos éxitos notables con adaptaciones radiofónicas semanales, como Los Miserables, Drácula o El Conde de Montecristo, para la cadena CBS. La noche del 30 de octubre, víspera de Halloween, sin embargo decidió decidió darle un toque "especial" a la narración. Se dice que no lo hizo como broma, sino como una manera de darle al público un nuevo enfoque de la historia, un enfoque basado en el realismo. Y vaya si lo consiguió.

Existe el precedente del británico Ronald Knox, que en 1926 narró por la BBC el alzamiento de una supuesta revolución, que causó que una parte importante de la audiencia la tomara por real. Con esta información en mente, Welles decidió llevar el experimento a sus máximas consecuencias. Sin embargo, la CBS no lo veía del todo claro y obligó a avisar que el programa era una adaptación, antes del inicio y a los cuarenta minutos, a diez de acabar el especial. Pero de poco sirvió, los espectadores que llegaron tarde o no se dieron cuenta del aviso cayeron, como muchísimos otros en el pánico y el terror colectivo.

La Guerra de los Mundos, originariamente ambientada en el Londres victoriano, narra la invasión alienígena del Imperio Británico por parte de un ejército invasor de marte, con vehículos  de tecnología extraterrestre, rayos de muerte y gases venenosos.

De Amazon UK

Por sorprendente que parezca a día de hoy, el programa caló muy hondo entre los 18 millones de oyentes. La situación económica (los últimos coletazos de la gran depresión estadounidense) y política (el reciente auge belicista del nazismo en Europa) fueron un terreno propicio para que se sembraran las dudas y el pánico. Además, que el programa de Welles se estructurara como un especial informativo, un formato que no solía despertar recelos, pero cuyos corresponsales conforme iban disponiendo de más datos cada vez estaban más nerviosos, cada vez usando frases más entrecortadas, llegando pronto a los gritos y el pánico, le dio un grado de verosimilitud inaudito hasta la fecha en una obra de ficción.


Las consecuencias fueron impensables, colas en las autopistas para evacuar espontáneamente las ciudades próximas a la supuesta zona de aterrizaje, accidentes, suicidios, miles de llamadas de ayuda a la policía y a los cuerpos de emergencias... literalmente, lo nunca visto. Periodistas y directivos de la CBS tuvieron que oponerse a la policía y a agitados ciudadanos que pretendían detener el programa por la fuerza. Tan pronto como acabó, sacaron a los actores y al mismo Welles del estudio de emisión y los escondieron, incomunicados, en otra planta del edificio, para finalmente sacarlos de manera secreta por la puerta de servicio. Múltiples actores tuvieron que trabajar como telefonistas improvisados para atender a las miles de llamadas telefónicas que recibió aquella noche la CBS.

Al día siguiente, aclarado ya el percal, Welles convocó una rueda de prensa ante una horda de ávidos periodistas ante los que declaró que él no consideraba que tuviera que pedir perdón por su manera de hacer un programa de entretenimiento lo más atractivo posible. Estas explicaciones no contentaron para nada al publico, furioso por haberse visto engañados de esa manera. 


Lo más curioso es que años más tarde, en 1944, William Steele, antiguo colaborador de Welles, repitió el experimento situándolo en Santiago de Chile. A pesar de la magnitud de las consecuencias de la retransmisión de Welles y la proximidad en el tiempo, hubo muertos por ataque al corazón, barricadas en las calles y ciudadanos atrincherados. Incluso, aunque nunca se confirmó oficialmente, el ejército desplegó efectivos en las calles. Las fuertes tensiones de la época entre Perú y Chile llevaron a creer a muchos ciudadanos de la segunda que en realidad no eran alienígenas, sino el ejército de Perú.

¿Creéis que ahí se acaba el tema? Treinta años más tarde, TREINTA, en la conmemoración del evento, la emisora WKBW emitió avisos semanales de la programación, envió cartas de aviso a la policía, a los bomberos, etc. Resultado, líneas de emergencias colapsadas por miles de llamadas de ciudadanos aterrorizados por la supuesta invasión. TREINTA. AÑOS. MÁS. TARDE. Y sigue, Portugal en el 88, México en el 98 también repitieron resultados. 

Todo un hito de la comunicación de masas, que parecía augurar el auge de las fake news, los bulos y los globos sonda que campan a sus anchas en la actualidad. Al final, la gente somos como los lemmings, nos dejamos llevar por las masas.

Dejo a continuación, para redondear el post, un par de vídeos. La retransmisión integra, subtitulada para que no haya problemas para seguirla y un reportaje sobre aquella noche. Ambos dignos de verse.

Dicho esto, cierro por este año (y por todo lo alto, creo) el especial de Halloween. Espero que lo hayáis disfrutado.