¿Saben aquell que diu que iban un príncipe de Bel-Air y un orco de patrulla por una Los Ángeles tolkiana? ¿Sí? Porque para una parte importante de la crítica, esta película fue un chiste. Sin embargo, para una grana parte del público gustó, y bastante, a pesar de sus errores.
¿Vamos allá?
Las cosas como sean, que la película esté dirigida por David Ayer, el director de ese bodrio inconsistente y absurdo denominado Escuadrón Suicida no ayuda para nada a vender la película. De hecho, no deja de ser curioso que la plataforma de streaming Netflix le encargara su cinta más cara, 90 millones de euros. Y de hecho, se nota en la dirección un cierto vaivén de ritmos, una gran cantidad de temas diferentes que querer tocar y una mezcla extraña y poco homogénea de estilos. Y sin embargo, de alguna manera, se deja ver. Y hasta te deja algo parecido a un buen sabor de boca. ¿Cómo es esto posible? Como dijo Jack el destripador, vayamos por partes...
Primero, la película tira con bala a nuestra memoria cinéfila y seriófila, algo que Netflix ha sabido explotar muy bien antes con series como Stranger Things. En la película vemos la que podría ser la enésima entrega del género de patrulla de policías, como Arma Letal o Dos Policías Rebeldes, por citar algunos. Por inverosímil que sea el planteamiento, la estructura del guión la tienes clara a los cinco minutos de película. Ya la has visto antes, y si te va el cine de acción policíaco, lo has disfrutado también. Aquí, Will Smith se mueve como pez en el agua, podría ni siquiera haberse leído el guión, lo ha hecho montones de veces.
Por otro lado el tema, después del gran sabor de boca que nos dejó la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos (no, del Hobbit no, esa es olvidable...) y aun con los últimos coletazos de la exitosa serie Juego de Tronos, la fantasía vive un nuevo momento álgido. En Bright encontramos hadas, orcos, centauros, elfos, etc. Hasta puedes ver algún dragón sobrevolando los cielos, entre escena y escena. Esto, que pega tanto en el género realísta/negro/policíaco como una monja en un burdel, consigue encajar al verse como una metáfora con tintes de racismo (y clasísmo) de algunas razas con las que sentimos un cierto déjà-vu: que nos vendan a los elfos como guapos y triunfadores yupies que hasta levantan muros y ponen seguridad privada para proteger sus bonitos y pijos barrios tiene un eco de la realidad que tumba de espaldas. Por otro lado, los barrios pobres están infestados de orcos, muchos de ellos sin trabajo, que rondan por las calles ociosos y en muchos casos se intuye que más entregados a una vida de bandas y crimen callejero que recuerda, salvando las diferencias, a barrios como el del Bronx. Pintadas en las paredes recordando al señor oscuro (¿Sauron? ¿eres tú?) y las esperanzas de su regreso, son muy creíbles en su contexto.
La historia está hecha para unir todos estos conceptos, una pareja de policías peculiar, donde un policía humano (Smith) en horas bajas vuelve a trabajar junto con su compañero orco (Edgerton) después de recuperarse de un tiroteo. Su compañero no solo es el primer policía orco de la ciudad, que ha tenido que romper todos los estereotipos de bestialidad y poca fidelidad a los valores "humanos", sino que además para colmo está bajo investigación de asuntos internos, sospechoso de haber permitido que escapara el tirador que hirió a su compañero humano. Mal rollo entre compañeros, junto con todo el "racismo" inherente al orco trabajando en un departamento puramente humano. Juntos, si son capaces, tendrán que lidiar con una facción extremista de elfos, que quieren conseguir una varita mágica, con la que completar un ritual ancestral que devuelva a la vida al antiguo Señor Oscuro. Varita de gran poder y gran peligro, que encuentran los protagonistas, pero de consecuencias fatales en caso de que la empuñe alguien que no sea un "bright", alguien que es uno con la magia, un mago podríamos decir.
¿Vais viendo por donde van los tiros? Si consideráis que con esto ya sabéis como va a ir la película... pues probablemente estáis acertando. Tanto lío argumental para que, al final, sea una película con una historia que hemos visto mil veces. Incluidas las escenas que "no pueden faltar" y que ralentizan una historia que, pese a todo, consigue un ritmo interesante y una frescura sorprendente para ser el pastiche que es.
Resumiendo, ¿la recomendaría? Sí, cine sencillote, con algo de nostalgia de mucho cine ya disfrutado, digno de consumirse con palomitas y olvidarse sin remordimientos. Espectáculo cinéfilo fast food, del que ya sabéis que no reniego, siempre que sea de vez en cuando.
Podría ser peor. Podría llover...
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