El pasado domingo por la tarde volvimos a sentarnos todos en la masa para jugar a un juego de mesa. Domingo por la tarde, niños inquietos, tele clausurada, ningún plan a la vista. Así que la decisión fue fácil, fui a mi habitación y acabé escogiendo un clásico del que ya he explicado en algún otro post mi relación con él: Los Colonos de Catán.
Como se la regalé a la Sra. Lantern hace un porrón de años, mi edición es la primera que salió en castellano. De ahí que yo lo llame Colonos (la primera versión a la que jugué, una noche de San Juan, era la versión Alemana, Die Siedler von Catan) y no Descubridores. Esta es la edición de Kosmos, la editorial original, antes de que los derechos pasasen a Devir. Algo que, por cierto, me (nos) puteó bastante, porque no salieron las expansiones de Kosmos antes de este cambio, y Devir hizo el juego con formato de cartas diferente, incluso del tamaño y dibujos de las cartas, y con fichas sin gracia de plástico en vez de las artesanales de madera. Con lo que las expansiones que hay a la venta no son compatibles con el juego que tenemos en casa. Casonlóspedrer....
En fin, a lo que iba. Sacamos el juego, montamos el tablero básico y explicamos las reglas a los peques. Al principio reaccionaron como un adulto: está muy bien esto que me explicas pero cuando lo vea ya en la partida lo entenderé del todo. Así que comenzamos.
Situación de salida |
A destacar que decidieron jugar a su manera. Calabacilla#2, gran admirador de la caballería medieval en todo tipo de medios, decidió pasar de toda otra actuación que no fuese comprar cartas de desarrollo para tener cuantos más caballeros mejor, lo que le valió una temprana carta (y 2 puntos) del ejército más grande. Su hermana mayor decidió seguirlo en su empeño, aunque no le alcanzó. Mientras tanto, la Sra. Lantern tuvo un pequeño lapsus e intentó enseñar a los niños a jugar de una manera estándar (competitiva) cuando en realidad, en opinión de un servidor, que en su primera partida se dedicasen a buscar cambios como desesperados para conseguir la piedra, el trigo y la oveja necesaria para la nueva investigación es una auténtica pasada para su edad y muestra una visión estratégica de "su juego" alucinante. Su primera partida, recordad. 4 y 6 años.
Me robó mis fichas rojas, pero cuando vi que las ordenaba como el maniático de su padre, se lo perdoné todo... snif... |
No todos lo veíamos así. La Sra. Lantern, a la que al hacerle un hueco para que entrara en la partida cuando ya nos habíamos situado todos, decidió centrar sus esfuerzos en... bueno... reforzar la visión de puteo del juego para los niños (¡!), poniéndome como conejillo de indias para tal encomiable tarea. Así pues, se oyeron lindezas como:
"Si pones el ladrón aquí, no molestas a nadie y puedes robarle a papá" |
"Mira, si lo que realmente quieres es ponerle el ladrón a papá, entonces..." |
Al final la partida se alargó más de lo previsto y acabamos recogiendo de golpe, para cenar algo rápido y embutir a los peques en la cama, que el día siguiente tenían colegio. Aun así, una partidaza divertida y, espero, también educativa. Por lo menos a la hora de convertir un juego en tu juego, eso seguro. Y en putear a su padre, eso también, gracias a mi señora esposa...
Veo que alguien quiere guerra. Voy a tener que volver a sacar el Ciudadelas.
Veo que alguien quiere guerra. Voy a tener que volver a sacar el Ciudadelas.
Deberíais jugar a algo menos hostil, como Catan sin restricciones, Catan con la banca que se enrolla a veces y también da cambios, Catan con padres que no se asesinan, y cosas de esas.
ResponderEliminarLa banca da cambios. 4:1 sin restricciones, 3:1 en muchas zonas y 2:1 si tienes suerte de llegar a las mejores. Ya se lo conocen, ya.
EliminarY los padres no se asesinan, eso está muy feo. Y además, deja un faenón de cuidado al que sobrevive. Por lo que nos puteamos un poco en los juegos de mesa. Unos más que otros...